lunes, 21 de abril de 2014

De un cardo que se trenza

De un cardo que se trenza

Si se perdiera su sonrisa
alguien a toda prisa
buscaría la proeza
de ahuyentarle la tristeza.

Así es como es, una rareza
que se encierra en una historia
el arte de la oratoria
la tiene a la cabeza.

Y si ya me falto unos días
fatigosos como temía
con sus cambios irrisorios
y, por supuesto, notorios
nada hay como su ausencia
que con su pesada presencia
muestra sus luces como estrellas
tal vez muertas como aquellas
pero aun tibias y visibles;
la mitad de mis sueños perceptibles
de ellos la mitad decibles
y otro tanto de estos posibles.